jueves, 13 de noviembre de 2008

De las aguas ricas a la riqueza de las aguas

Las ciudades, como espacios para el desarrollo humano, han crecido a partir de los primeros asentamientos. El término de Chiclana estuvo poblado desde la prehistoria y desde esos tiempos remotos el Río Iro y sus afluentes (arroyos de la Cueva y el Salado) han sido foco de atracción de núcleos poblacionales. La importancia del agua en este enclave se atisba ya desde la Edad del Bronce; no obstante es Pascual Madoz, a mitad del XIX, en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, el que nos pone de relieve la importancia secular del agua en nuestra ciudad. Nos comenta Madoz la fama y atractivo que tenían para las gentes de la Bahía las ricas aguas potables de la fuente del Barrio en La Banda y la de la fuente de La Plata en el Lugar, de las que se abastece el vecindario. Nos informa, a su vez, que del rico manantial de Fontanar se riegan, mediante norias, las fértiles huertas con las que surten a Cádiz y que, en su entorno, ya debió existir una alfarería en la época romana. Añade que una de las circunstancias que contribuyeron a la fama de ésta población fueron las salutíferas aguas sulfurosas y frías de las fuentes de los balnearios de Fuente Amarga y Braque, que poseían cañerías de plomo para distribuirla a los distintos cuartos y que suministraban un caudal de más de 20 arrobas a la hora. Sirvan estos breves apuntes para mostrarnos la larga tradición de nuestra ciudad en la diversificación de los usos de los recursos hídricos: uso doméstico, uso industrial, agropecuario y el de ocio y servicios.
Sin embargo, no es hasta la década de 1960 cuando se acomete, por primera vez, el abastecimiento y distribución del agua en la ciudad. Hasta ese momento, fue la extracción de los pozos -de los que disponían pocas casas- pero, sobre todo, el sistema de “caños libres”, la recogida de la fuente con los cántaros o la venta de los aguadores las que abastecían a la ciudadanía. Al fin y al cabo el acopio de la fuente pública, potable y gratuita, en la plaza, cerca de casa fue una revolución desarrollada en muchos países como el nuestro cuando éramos realmente pobres. El reto no fue financiero, sino político. Se asumió la responsabilidad pública del agua potable y gratuita en la fuente, como máxima prioridad de la comunidad y del Estado, antes que la primera farola y que el asfalto de la calle o de la carretera.
Los tiempos han cambiado, pero ahora, por distintos avatares conocidos, nuestra ciudad se encuentra ante grandes desafíos a los que la administración debe asumir el principio de responsabilidad y dar respuestas conforme con los tiempos y que, en síntesis, suponen la transición de una cultura de gestión del agua arcaica e ineficaz a una nueva forma de gestionar el medio hídrico en el que se tengan presentes criterios de sostenibilidad. Por ello, es fundamental distinguir las diversas categorías de valor y de derecho que llevan intrínsecas las distintas funciones de un recurso que cada vez será más escaso. Es indispensable, por consiguiente, que en este momento clave que vive nuestra ciudad tengamos presente en las decisiones y actuaciones que es preciso tomar en el corto, medio y largo plazo, las siguientes prioridades y criterios de gestión.
En primer lugar debe ser reconocida y priorizada el agua-vida en funciones básicas tanto de los seres humanos como de garantía de sostenibilidad de los ecosistemas. Un segundo criterio es el agua-ciudadana que atiende a funciones de salud y cohesión social, como los servicios de agua y saneamiento bajo criterios de máxima eficiencia socio-económica. En un tercer nivel de prioridad debe reconocerse el agua-crecimiento, ligada a actividades productivas y en conexión con el derecho individual de cada cual a mejorar su nivel de vida. Y, finalmente, el agua-delito relacionada con la atención a los usos productivos sobre bases ilegitimas o ilegales (vertidos contaminantes o extracciones abusivas), y relacionada con otro principio, el de quien contamina paga.
Estos principios deben ser los que marquen el camino de las actuaciones que se adopten en los próximos años en la ciudad y que impregnan, a su vez, el Plan Director de Infraestructuras, que es el documento base que regirá a los elementos que forman el ciclo integral del agua de los dieciocho millones de metros cuadrados de las Áreas de Gestión Básica.Para finalizar, es preciso advertir que proponer un modelo sostenible sobre el papel es una tarea sencilla, al igual que promulgar normas sabias o incorporar procesos de innovación y optimización de los sistemas –que Chiclana Natural está aplicando- sin embargo, lo que realmente tiene validez es el cumplimiento simultáneo de dos condiciones. Por una parte, la contribución ciudadana con uso racional del agua, a través del ahorro y evitando contaminar lo menos posible. Y por otra, el diálogo, sosegado, riguroso y transparente, con ampliación de miras entre políticos, empresarios, constructores, técnicos y colectivos ciudadanos que nos lleve al consenso y a acuerdos básicos para sacar adelante estos proyectos de sostenibilidad que permitan el desarrollo y el progreso de Chiclana sin cercenar su futuro. De los caños libres a las aguas libres y transparentes.
Manuel Silva Albarrán
Director gerente de Chiclana Natural

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